Lo dijo Mario Vaquerizo en Déjate querer, lo dijo Miguel Bosé en El hormiguero y lo dijo Nacho Cano este lunes en este periódico: ya no se puede decir nada. Ante semejantes voces de autoridad, tenemos que claudicar: vivimos en una dictadura peor que la de Franco, como alguno de ellos se ha atrevido a afirmar. Porque como todo el mundo sabe, bajo el yugo de una tiranía, lo primero que puede decir uno en el prime time nacional o en el periódico de información general más leído del país es que no se puede hablar de nada.
No se puede comer sin engordar, no se puede querer sin arriesgar y no se puede decir nada… sin que otros puedan decir lo que quieran también. Es un fastidio de la madurez y del metabolismo. Y eso es lo que lamentan muchos de los que esgrimen que viven censurados vivos.
Por supuesto, al tiempo que ellos quieren vivir en aguas internacionales orales, también hay quien quiere negarles el pan y la sal por algunas de sus opiniones. Pero para qué uno va a hacer un análisis crítico de los propios y de los ajenos si puede tirar de maximalismo franquista.
En cualquier caso, los tres pueden estar tranquilos: Cano sigue con Malinche, Bosé tiene recién estrenado documental en Movistar Plus+ y a Vaquerizo lo vamos a tener en TardeAR. Escribo estas líneas antes de su estreno, pero podemos estar tranquilos. “Se está diciendo a la gente lo que tiene que pensar”, ha dicho Ana Rosa a El Mundo, algo, al parecer, inédito en los políticos de cualquier democracia. Con las libertades en el bolsillo y sabiendo que hay que velar por ellas, al miedo a no poder hablar de nada a veces le sucede que uno habla y, sin que medie censura, confirma sus temores.
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