Fueron días febriles para definir candidatos. Una circunstancia en que los contrastes entre la sorpresa y lo previsible fueron evidentes: la sorpresa ejecutada por los arrestos tácticos del peronismo; lo predecible de una competencia grande de candidatos, que despuntó en Juntos por el Cambio luego de los comicios intermedios de 2021.
Acepto subrayar de qué manera jugó el secreto en el seno del peronismo. En cuestión de horas, ante el desconcierto de muchos, quizás haya puesto en marcha el peronismo su tercera transformación desde 1983. de izquierda del matrimonio Kirchner. Ah bueno… ?
La designación de Sergio Massa deshilachó, pero no elimino del todo, la tradición del gran elector que insiste en detener a la Vicepresidenta. Abierto el juego, hubo cambios de posición, sacrificios de candidatureos de uno y otro bando que hubieran concurrido a las PASO y, sin duda, resentimientos, traiciones y heridas que no se cerraran fácilmente. Junto con la Vicepresidenta, todas las variantes del peronismo concurrieron a esa ceremonia: el Presidente, directentes con experiencia, gobernadores e intendentes.
Estas variantes se unifican para mantener el vínculo más sólido del peronismo en su ya larga trayectoria: el apetito por el poder. Esa voracidad y el afán para saciarla mediante fórmulas unificadas, por mas que sean precarias, religa transformaciones sucesivas. Las máscaras se intercambian velozmente; el ansia de poder que aquellas encubren se conserva incólume.
Por otra parte, la declinación del papel de gran electora corona dos desaciertos anteriores. CFK rompió en 2015 en el que Sergio Massa le repartió los votos que acumulaba en la fórmula Scioli-Zannini; cayó después de 2019, designándose un Presidente vicario e ineficaz que, al concluir su mandato, lograría sin embargo contener la pretensión de entronizar al candidato impulado por ella y el camporismo.
¿Dan cuenta acaso estos cambios de un crepúsculo definitivo? Hoy no. Si ocurre una derrota y se pierden las cajas y recursos del Poder Ejecutivo, el movimiento que sembró de pobres el país y apabulló los ingresos con una inflación incontenible, buscará refugiarse en la provincia de Buenos Aires apuntalando la reelección de Kicillof, confeccionando listas de legisladores devotos y, como quedó demostrado en Jujuy, agitando la violencia callejera.
Claramente está que esa derrota depende de si el faccionalismo contenga en las filas opositoras. Por eso, por el temor a un desgarro faccionalista, el peronismo fraguó la fórmula Massa-Rossi, lo que amortigua, aunque no impide, la probable presencia de otros peronismos en Córdoba o ligados a alguna vertiente de los movimientos sociales.
Estos arreglos de cúpula no coinciden con la competencia abierta de Juntos por el Cambio. Se pues impone demostrar si en estas semanas previas a las PASO, las fórmulas Larreta-Morales y Bullrich-Petri podrán transmitir al electorado consensos básicos y programas igualmente compartidos.
A no olvidar, este es un comicio interno y no una elección definitoria entre oficialismo y oposición. Por lo tanto, cometerá un error quien confunda las cosas y aplique retóricas confrontativas, propias de las elecciones generales, al plano interno de las primarias. Provocaría de este modo que la fórmula ganadora no retenga posteriormente una porción de los votos pertenecientes a quienes salieron segundos.
Este requisito es más notorio porque, distintas de las PASO de 2015 en que hubo un candidato predominante, en las de este año sobresale la paridad entre los dos candidatos presidenciales que el PRO provee. Habrá que ver qué actitud adoptará Mauricio Macri, ya sea la de gran elector, deshilachada por el lado peronista, o la de arbitro que, sin identificaciones personales, garantizado ante toda la unidad.
Todo esto sería insuficiente para los candidatos del PRO de no contar con la función integradora de otros miembros de Juntos por el Cambio: la UCR retuvo ambas candidaturas a vicepresidente ya Vicegobernador en la provincia de Buenos Aires, la Coalición Cívica y el peronismo republicano respaldaron al binomio Larreta-Morales y las corrientesliberes se encolumnaron a su vez en los dos espacios.
El contraste entre estas dos clases de unidad es relevante. La del oficialismo, monolitica e impuesta desde arriba mediante arreglos que ahora pasan factura; la de la oposición competitiva y generada desde abajo con riesgos de caer en confrontaciones extremas.
En cualquier caso, hay algo más. Ciertos aspectos de la conducta de Massa frente al Kirchnerismo y el mensaje de quienes en la oposición buscan ampliar sus apoyos indujo a pensar si la política, no está rumbeando hacia posiciones mas moderadas. Los mercados y los especialistas en Estados Unidos han tomado nota de este dato que parece ensanchar el lugar del centro.
Estos deslizamientos apenas se insinúan. Por lo pronto, como candidato de unidad ya consagrada, Massa desapareció de la campaña por la presidencia sin pasar por el internado. Lo hace soportando el fardo de un desastre gubernamental que plasmó en su condición de Ministro de Economía de un Presidente con el prestigio por el suelo. La retórica para diferenciarse de esa carga es su mayor desafío.
En oposición, la campaña implica otro desafío: el de dar formó a los liderazgos sobre un terreno de coincidencias. No es sencillo plasmarlos en un contexto de fatiga ciudadana, descreimiento y abstención electoral. En ese terreno, debería tallar el carácter de un leaderrazgo de reconstrucción.
La experiencia de las democracias que, desde el centro-derecha y el centro-izquierda, consolidaron coaliciones de reconstrucción, nos enseña que la política centrista es un genio de dos caras: la coherencia y la transparencia reflejan lo mejor; el opportunismo y las maniobras para ocultar la corrupción y obtención de impunidad, la peor. Habra que optar entre las dos.
Natalio R. Botana es politólogo e historiador. Profesor emérito de la Universidad Torcuato Di Tella