María Auxiliadora Díaz (Las Palmas de Gran Canaria, 55 años) insiste con gran dulzura en que el fotógrafo la retrate con un póster colgado en una de las paredes del despacho de su domicilio, que reproduce el alegato feminista “Nos queremos vivas”. Un lema que cobra aún más importancia en un año en el que ha habido 44 asesinatos machistas confirmados, 1.228 desde 2003. Díaz es magistrada del Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 2 de Las Palmas, miembro del Grupo de Expertos del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial y presidenta del Observatorio Iberoamericano sobre Violencia de Género. Aunque admite los defectos de la ley del solo sí es sí, trata de resaltar sus bondades y no comparte el criterio del Tribunal Superior de Justicia de Navarra con la rebaja de pena, conocida este martes, a un agresor de La Manada. Pese a los datos de la violencia machista y el aparente retroceso que dan a entender, se muestra optimista con el futuro: “En unos años, la concienciación social llevará a que no haya sectores que justifiquen actos como el que presuntamente cometió el señor [Luis] Rubiales”.
Pregunta. Se ha producido un incremento de feminicidios en 2023. ¿A qué lo atribuye?
Respuesta. Fundamentalmente, al hecho de negar la violencia de género. No pienso que esta subida sea estacional. Hubo un momento en que ya en los círculos y en la sociedad no estaba bien visto decir ‘yo no creo en la violencia de género’. Hemos pasado al otro extremo, al de decir abiertamente ‘yo niego la violencia de género’, o ‘no creo que la violencia contra la mujer necesite un tratamiento específico’. Y, para ello, la intentan diluir en la llamada violencia doméstica [la que ocurre dentro de la familia, como por ejemplo la violencia contra los menores por parte de sus padres o hermanos]. El hombre maltratador, el que lleva a cabo actos de violencia contra la mujer, se ve amparado por un sector de nuestra sociedad; se siente reforzado para poder cometer determinados actos, que no necesariamente tienen que llegar al feminicidio. Ya no existe ese pudor, que hasta hace muy poco sí existía.
P. Hay otro sector de la población que asegura que con las leyes actuales ya hay igualdad…
R. La sociedad sigue permitiendo que los varones ostenten una serie de privilegios por el solo hecho de vivir en el patriarcado. La consecuencia de esta desigualdad es que las mujeres sufrimos actos de violencia de género, la que se da contra la mujer por el solo hecho de ser mujer. Somos bastante tolerantes, por ejemplo, con la violencia sexual: ya sea acoso sexual o actos más graves, como mutilación genital femenina, la trata de seres humanos, la prostitución, la pornografía, la maternidad subrogada… Se encuentra invisibilizada, justificada y normalizada. Se sigue dudando de las víctimas, de su credibilidad, de la gravedad de los hechos y se le sigue victimizando. No hace mucho tiempo era la norma la que, de forma expresa, discriminaba a las mujeres a través de la ley escrita. El patriarcado necesita mantenerse y no permitir que existan cambios sociales, por lo que el juego ahora pasa por hacernos creer que todo es voluntario sobre la base de la libre elección individual de cada mujer. De ahí que un sector social considere a la prostitución, la pornografía o la maternidad subrogada como actos libres y voluntarios, cuando lo que existe detrás es vulnerabilidad, pobreza y exclusión social. Estamos en la era del consentimiento: todos los delitos contra la libertad sexual deben girar sobre él, y este tiene que ser claro y evidente. Tenemos que dejarnos de tonterías, como cuando se habla de que a partir de ahora cada acto sexual tenemos que firmarlo para entender qué es el consentimiento. No, señor: todo el mundo sabe cuando alguien quiere o no. Y si hay dudas, pues va a ser que no lo hay.
P. ¿Cuál es su punto de vista respecto de la llamada ley del sí es sí?
R. Ha supuesto un gran avance. Hemos enfocado toda la atención en que no se haya tenido en cuenta la posibilidad de que se aplique la norma de forma retroactiva, lo que ha conducido a excarcelaciones. Ha habido un error por parte del legislador, pero estamos pasando por alto sus ventajas, como concienciar a la sociedad de que la violencia sexual es violencia de género; desterrar el concepto de abuso, que cosificaba a las mujeres; o que atentar de cualquier manera contra la autonomía sexual de una mujer sin su consentimiento supone una agresión sexual. Dentro de unos años nos daremos cuenta de lo buena que ha sido la ley, al igual que sucedió con la ley de 2004 contra la violencia de género. La concienciación social llevará a que no haya sectores que justifiquen actos como el que presuntamente cometió el señor Rubiales, sobre el que muchos sectores han afirmado que ha sido una exageración, o, directamente, una chorrada.
P. ¿Cómo evalúa la sentencia por la que el Tribunal Superior de Navarra rebaja en un año la condena a uno de los integrantes de La Manada en aplicación de la ‘ley del solo sí es sí’?
R. La sentencia ha aplicado de forma estricta el criterio aritmético, sin tener en cuenta ningún tipo de circunstancias. La magistrada Esther Erice, en cambio, ha planteado en su voto particular que se tenga en cuenta el criterio valorativo, que se consideren otro tipo de circunstancias, como la gravedad de los hechos. El TSJN lo hizo, es cierto, basándose en el criterio aplicado por el Tribunal Supremo en su sentencia del 6 y 7 de junio. Tenemos que esperar a ver lo que dictamina el Supremo sobre si en este caso aplica de nuevo el criterio aritmético.
P. ¿Y cuál es su opinión?
R. Estoy mucho más de acuerdo con aplicar criterios valorativos, teniendo en cuenta las circunstancias. Pero hay que dar cumplimiento a las resoluciones judiciales. Quizás, a la hora de ver este caso en concreto, puede cambiar de criterio, dada la gravedad del hecho y la repulsa social que ha generado. La Sala 2 del Tribunal Supremo aplica desde hace tiempo la perspectiva de género. En junio de 2019, ante los mismos hechos probados que habían establecido tanto la Audiencia Provincial como el Tribunal Superior de Justicia de Navarra, sí la aplicó, consideró que estábamos hablando de agresión sexual y elevó de 9 a 15 años la condena a La Manada. Entonces, incluso, lanzó un aviso a navegantes, de tal manera que si le hubiesen solicitado la condena como cooperadores necesarios a cada uno de los condenados, las penas habrían sido mucho mayores. Sin embargo, al no haberlo solicitado, las acusaciones no lo pudieron aplicar.
P. ¿Observa consentimiento en el beso que le dio Luis Rubiales a Jennifer Hermoso?
R. No puedo entrar en el caso en concreto o en el análisis de las imágenes porque está judicializado. Sí observo que hay un sector que se defiende con el que fue elección de la jugadora dar el beso, o desacreditándola por cómo reaccionó. No todas las víctimas reaccionan de igual manera: las hay que se defienden, las hay que se quedan paralizadas. Y resulta lógico y normal que ella, en el momento inicial, no quisiera interponer la denuncia, algo que tiene que haberle resultado muy difícil en un mundo de hombres. Cualquier reacción ante una agresión es normal, y esta no significa que se esté dando el consentimiento.
P. ¿Está sirviendo el caso Rubiales para lograr una mayor concienciación?
R. Me ha alegrado bastante la repulsa social. Es algo parecido al juicio de La Manada. Podemos ver que una parte de la sociedad considera que el beso fue una tontería, algo propio de la euforia y que somos unas exageradas. Una vez que empezaron las reacciones contra el señor Rubiales, comenzó una campaña contra la futbolista, quitándole credibilidad a su relato con la difusión del vídeo, poniendo en tela de juicio su reacción. Creo también que, como siempre, se ha intentado mandar el mensaje de que la lucha contra la violencia de género es contra “todos los hombres” y esto no es así. Nos califican de feminazis como si buscáramos que los hombres sean criminalizados, cuando buscamos una igualdad real.
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